Practicar
ejercicio regularmente, tener un estilo de vida natural y comer alimentos ricos
en carbohidratos complejos, fibra, vitaminas y minerales es muy importante;
pero también es necesario una dieta equilibrada.
El correcto
equilibrio en la dieta macrobiótica potencia la armonía entre el entorno
inmediato y nuestro entorno, y permite diseñar con flexibilidad la dieta que
mejor se adecúa a nuestras necesidades nutritivas personales.
Comer productos
de cultivo local es fundamental en la dieta macrobiótica: los alimentos de
cultivo local ayudarán nuestro cuerpo, evitando desequilibrios estacionales
(como catarros y gripes), así como de otras enfermedades más serias. Aunque es
mejor seleccionar alimentos frescos de su localidad, se puede utilizar otros
traídos de lejanos lugares; en general, los productos más perecederos son
mejores cuando cosechados localmente. Ya los alimentos más fáciles de conservar
(cereales, legumbres, algas y sal marina) no necesariamente tienen que ser de
origen local.
Nuestro cuerpo se
expande con el calor y se contrae con el frio. El verano, que es yang,
crea un estado corporal interno yin (expandido). El invierno, que es yin,
produce lo contrario (contracción). El alimento que comemos afecta a la
expansión o contracción del cuerpo.
La adaptabilidad
de la dieta macrobiótica
Durante el verano
tendemos a comer alimentos más yin (expansivos) y platos más ligeros
para equilibrar el cuerpo: alimentos ricos en vitamina C, en especial productos
hortícolas, junto con cereales de verano tales como el maíz, que tiene sobre el
cuerpo un efecto expansor y de mantenernos frescos.
Cuando comienza
la transición a la estación yin (invierno), el cuerpo se va contrayendo,
se hace más yang; es importante entonces comer vegetales más yang, como
calabazas de invierno, vegetales de raíz, coles y verduras duras: cereales de
otoño como la avena, trigo y alforfón. Igualmente aumentamos la cantidad de
alimentos proteicos y grasos como las legumbres y pescados blancos; estos
alimentos, asociados a mayores tiempos de cocción, mantienen el cuerpo más
caliente y más confortable durante el invierno.
En lugares donde
la temperatura puede llegar a los 37ºC durante el verano, son apropiadas las
comidas ligeras: una dieta de cereales integrales, productos de huerta
cocinados de forma ligera, sopas ligeras, ensaladas (en bruto o trituradas), y
algunas frutas, mantienen el cuerpo frío y confortable.
En zonas donde el
clima es más frío, y durante el invierno, la dieta macrobiótica se compone en
mayor medida de alimentos que producen calor en el cuerpo: legumbres, semillas,
frutos secos, aceites, soja y pescado. En las zonas más frías, la cocina
macrobiótica incluye manzanas locales, peras o frutas secas, cocidas o asadas
que reemplazan, en los postres, a las frutas o zumos utilizados en las zonas
más cálidas (tropicales).
En la próxima
edición, seguiremos tratando este tema... ¡hablando sobre el equilibrio yin
y yang en la dieta!